EL ACEITE DE OLIVA EN LA ANTIGUA ROMA

Fueron los romanos los que depuse propagaron el cultivo del olivo por tierra mediterráneas europeas, mientras que los tirios, de origen fenicio y fundadores de Cartago, lo hicieron por el norte de África. Cuando los romanos vencen a los cartagineses y se apoderan de lo que hoy son los países de Magreb, había en Tunicia extensos olivares; los cartagineses fueron buenos agricultores y transmitieron sus saberes y experiencias a las tribus bereberes y númidas de lo que hoy constituye el oriente de Argelia. El cultivo del olivo, como el de la vid y otros frutales, contribuyo a la senderización de las tribus nómadas norteafricanas. Los nuevos conquistadores, los romanos, estaban tan interesados en la agricultura como los propios africanos sedentarios; los primeros porque deseaban mantener la paz y muy especialmente el abastecimiento de las ciudades y legiones del imperio, y los segundos porque querían enriquecerse aprovechando la coyuntura de la paz que solo los romanos podían garantizar frente a las invasiones de tribus nómadas. Todas estas circunstancias contribuyeron a la mejora del cultivo del olivar.

Ánfora de aceite

Se desconoce la fecha en la que se inicia en España el cultivo del olivo, que posiblemente corrió a cargo de fenicios, o griegos, pueblos ambos eminentemente olivareros; parece mas lógico que fueran los fenicios, dadas con sus continuas e intensas relaciones comerciales con Tartesos; les enseñaron también a extraer el aceite de las olivas mediante molienda.

Cualquiera que fuera su origen, fenicio o griego, cuando los romanos ocupan la Península Ibérica se encuentran con extensos y bien cultivados olivares; sin embargo la época dorada del cultivo se desarrollará a la vez que la romanización de sus habitantes.

Los romanos como los griegos frente a la coronas de laurel con que recompensaban a sus militares victoriosos, premiaban con coronas trenzadas con ramas de olivo a los ciudadanos que se habían distinguidos por haber prestado a su patria servicios extraordinarios. Numa segundo rey de roma, bajo cuyo reinado se disfrutó de una larga paz, se representaba siempre con una rama de olivo en la mano. Como en el caso de la paloma que soltó Noé después del diluvio y que regreso al arca con una ramita de olivo en su pico, para indicar que había pasado la cólera divina, una vez mas el olivo es el símbolo de la paz, de cultura y de progreso.

Otro autor romano preocupado por el cultivo del olivo y buen conocedor de Hispania fue Avienus, quien en su libro Ora Marítima llama al Ebro Oleum Flumen, es decir, río de aceite. Durante el bajo imperio romano el cultivo del olivo se extendió por todo el litoral mediterráneo; es casi seguro que Rosas, Ampuria y Tarragona constituyeron los lugares por donde se introdujeron en Cataluña y Aragón los olivos. Tan corrientes debían ser en toda la península que nuestro paisano, el emperador Adriano, adoptó como el símbolo de la Hispania romana una gran rama de olivo.

El aceite de la Bética gozó en época romana de merecido prestigio. Hay una colina muy cercana al puerto de Ostia, llamada Monte Testaccio que, según dice el conocido arqueólogo Dressell, está formada por una serie de estratos de restos de ánforas romanas, fabricadas en Hispania, que se empleaban para el transporte del aceite a Roma como se deduce de sus marcas y características. El estudio de este material ha permitido reconstruir la historia del aceite en los tres primeros siglos de nuestra era. El aceite de Hispania se conocía en todo el mundo occidental romano, sus vías comerciales naturales eran los grandes ríos: Ródano, Garona, Rin, Danubio, etcétera. A través del Canal de La Mancha y hasta finales del siglo II, todo el aceite exportado a Britania procedía de la Bética.

Información obtenida de Sabor Artesano
http://www.sabor-artesano.com

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