ODA A SAN SEBASTIÁN
Ramiro Moliner Inglés (Nuncio de Su Santidad en Guatemala)
Año 2000
¡Que buen soldado fuiste
en la Corte Imperial de Diocleciano
y con que entereza entender supiste,
cuando llego la hora,
tu condición sublime de cristiano!
 
Honores, posición, poder, dinero,
favor de poderosos...
Nada pudo apartarte del sendero,
por el que te adentraste es día del bautismo,
ni doblegar tu voluntad de acero,
de seguir hasta el fin, valientemente,
a tu humilde Maestro.
 
Fueron tiempos difíciles los tuyos,
-como lo son los nuestros-
para poder vivir, coherentes, vocaciones
que el buen Dios nos ha puesto.
 
Hoy como ayer, a escoger el momento
de su venida al mundo nadie tiene derecho;
ni a nadie preguntan su lugar preferido.
Todo se lo dan hecho.
 
Pero tú Sebastián, fuiste privilegiado,
a tu llegada a mundo –aquel mundo pagano-
sentiste la caricia de unos padres cristianos,
que al calor hogareño muy pronto te enseñaron
a conocer y amar a Dios y a tus hermanos.
Tu nobleza de espíritu,
valor y lealtad, tomadas de la mano,
fueron abriendo puertas
y camino a tu paso.
 
Hasta el Emperador,
Señor omnipotente de aquel mundo romano,
te dio su confianza
y entraste en su Palacio...
 
Arriesgando por él tu propia vida
fielmente le serviste,
sin olvidar, empero, la solemne promesa
que a tu señor le hiciste.
 
Así, cuando, entre lealtades que escoger tuviste
(“divino” Emperador o Dios del Cielo)
tu elección ya estaba hecha,
y con valor seguiste
la “vida dolorosa”, el augusto sendero
que conduce al calvario.